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El Papa León XIV y la sagrada peruanidad que dura un TikTok

¡Milagro, hermanos! El Espíritu Santo no solo descendió, también se nacionalizó peruano. Y no cualquier peruano, sino uno que escogió ser peruano, que recorrió el Perú como si fuera político haciendo campaña para el congreso y que comía seco con cabrito. El nuevo sumo pontífice, Papa León XIV, rompió el protocolo para saludar “a mi querida Diócesis de Chiclayo, en el Perú” y ¡listo! Las redes peruanas colapsaron: “¡Perú es clave!” decían, como si el Vaticano fuera parte de la Alianza del Pacífico.

Ni el Señor de los Milagros fue tan viral. Ya imaginábamos al Papa sacando procesión con fondo de La Unica Tropical y haciendo la señal de la cruz con un palito de anticucho. Pero ojo, que el fervor patrio solo dura mientras su Santidad no diga nada sobre desigualdad, racismo o represión en Perú. Porque si lo hace, ahí sí: “¿Y este qué se mete?”.

Pero tranquilo, que lo que está pasando podría ser definido como “nacionalidad por asociación”, una categoría no oficial pero reconocida en la práctica jurídica. Javier Valle-Riestra, quién fue un jurista peruano sostuvo que la nacionalidad no solo se define por el lugar de nacimiento, sino también puede ser un acto de voluntad y afecto. 

Y a nosotros nos encanta ser peruanos por asociación. Si alguien medio famoso dice “Perú” con acento gringo, sacamos el cajón, el ceviche y el chullo. Pero si un campesino andino pide justicia en quechua, lo mandamos a leer la Constitución (versión resumen, claro, que ni nosotros la hemos leído completa).

Lo peor es que nos creemos ese cuento. Nos abrazamos a la bandera cuando conviene, y la guardamos cuando jode. En este país, el nacionalismo es como el WiFi: se activa solo cuando hay buena señal. Y si el Papa se mete con la gentita limeña, lo cancelamos rapidito. 

Escrito por Cynthia Pérez

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